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Sin conciencia, no hay cooperativismo

En muchas cooperativas se ha confundido la eficiencia operativa con el verdadero sentido del cooperativismo. Se cumplen procesos, se entregan balances, se atiende a los socios como clientes… pero se olvida lo esencial: formar conciencia. Sin una base ética, crítica y reflexiva, las cooperativas corren el riesgo de convertirse en estructuras vacías, funcionales pero sin alma.

Este artículo plantea una reflexión urgente sobre el papel de la conciencia cooperativa como motor del modelo y alerta sobre las consecuencias de ignorarla. Invita a directivos, socios, empleados y organismos de integración a mirar hacia adentro y preguntarse: ¿estamos educando para transformar o solo para operar? Si el cooperativismo no cultiva su conciencia desde el Quinto Principio, será incapaz de sostener su identidad.

Una lectura indispensable para quienes creen que el alma cooperativa no se hereda, sino que se construye. Y se construye desde la conciencia.

Vivimos tiempos en los que todo parece estar orientado a los resultados, a las cifras, a los informes. Las organizaciones, incluidas muchas cooperativas, se han profesionalizado en lo técnico, han adoptado lenguajes empresariales y han centrado su gestión en indicadores de eficiencia.

Pero en medio de esa maquinaria administrativa, ¿quién se está ocupando de cultivar la conciencia cooperativa?

En no pocas cooperativas se ha caído en una peligrosa ilusión: creer que operar bien es suficiente para “ser” cooperativa. Se cumple con las normas, se entregan balances, se atiende al socio como cliente... y se asume que con eso basta. Pero sin conciencia ética, crítica y cooperativa, esas estructuras no tienen alma. Pueden llamarse cooperativas, pero en el fondo funcionan y piensan como cualquier empresa más del mercado.

Conciencia cooperativa: el alma del modelo

El cooperativismo no nació como un modelo de negocios. Nació como una respuesta ética, política y social a un sistema económico que generaba exclusión, desigualdad y explotación. Desde sus orígenes, fue una propuesta cultural y transformadora.

Por eso, hablar de cooperativismo sin hablar de conciencia es un contrasentido. La conciencia cooperativa no es solo “saber qué es una cooperativa”.

Es desarrollar una forma de pensar y actuar basada en valores como la solidaridad, la equidad, la participación, la ayuda mutua y la responsabilidad colectiva.

Una cooperativa puede tener oficinas modernas, tecnología de punta y servicios de calidad. Pero si su gente —socios, empleados, directivos— no actúa desde una conciencia cooperativa profunda, todo eso es solo fachada.

¿Dónde se forma la conciencia cooperativa?

La conciencia no se impone. Se forma. Se cultiva. Se fortalece en la práctica, pero sobre todo en los espacios educativos y formativos, en los que se reflexiona sobre lo que significa ser parte de una cooperativa.

Y aquí es donde entra en juego el Quinto Principio Cooperativo: el de la educación, formación e información. No como un requisito simbólico, sino como una herramienta estratégica para sembrar y cuidar la conciencia colectiva.

Lamentablemente, en muchas cooperativas este principio ha sido relegado a un plano secundario. Se considera “bonito, pero no urgente”. Se recortan presupuestos. Se suspenden procesos. Se remplaza con cursos técnicos o eventos aislados. Y así, poco a poco, la conciencia cooperativa se debilita.

Estructuras sin alma: el riesgo de la tecnocracia cooperativa

Algunas cooperativas han adoptado prácticas corporativas sin filtrar si son compatibles con su identidad. Contratan personal con perfil empresarial, adoptan sistemas verticales de toma de decisiones, promueven una lógica de competencia interna y miden el éxito solo en términos de rentabilidad.

Esta “eficiencia vacía” puede mantener la estructura funcionando, pero va vaciando el sentido profundo del cooperativismo. Se puede seguir llamando “cooperativa”, pero ya no hay comunidad, ni participación real, ni compromiso transformador.

Como diría Paulo Freire, “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Lo mismo podríamos decir del cooperativismo: “la estructura no transforma el mundo, lo hace la conciencia de quienes la habitan”.

¿Cómo se manifiesta la falta de conciencia cooperativa?

  • Socios que no participan porque no se sienten parte.

  • Empleados que solo ven su trabajo como empleo, no como misión.

  • Dirigentes que actúan como ejecutivos, no como referentes éticos.

  • Federaciones que solo representan, pero no forman.

  • Jóvenes que no se interesan, porque no encuentran sentido.

Y en todos los casos, la raíz es la misma: falta de formación en conciencia cooperativa.

¿Qué entendemos por “formar conciencia”?

Formar conciencia es ayudar a las personas a:

  • Comprender el sentido histórico, social y cultural del cooperativismo.

  • Reconocerse como sujetos activos y corresponsables.

  • Cuestionar las lógicas dominantes del individualismo y el mercado.

  • Fortalecer su ética personal y colectiva.

  • Convertirse en multiplicadores de valores y principios.

No se trata de adoctrinar, sino de generar pensamiento crítico, convicción y sentido de pertenencia. Y eso solo se logra mediante procesos educativos profundos, participativos y continuos.

El papel de los dirigentes: conciencia o conveniencia

Un cooperativismo sin conciencia es terreno fértil para la corrupción, el clientelismo, la cooptación política y la pérdida de rumbo. Por eso, la formación de conciencia debe iniciar en los liderazgos.

Un dirigente sin conciencia cooperativa puede tomar decisiones técnicas correctas, pero carecerá de visión ética. Puede administrar bien, pero no inspirar. Puede gestionar, pero no educar. Y, en muchos casos, puede ser funcional al sistema que el cooperativismo debería cuestionar.

Por eso, la identidad cooperativa debe ser una exigencia de liderazgo. No solo saber “gobernar” una cooperativa, sino vivirla y pensarla desde dentro.

¿Y las federaciones, confederaciones y organismos internacionales?

Muchos de estos entes han dejado de ser espacios de formación para convertirse en espacios de trámite, representación o lobbying. Pero una federación que no forma conciencia, está fallando a su razón de ser.

Tienen la responsabilidad —y la oportunidad— de:

  • Crear programas regionales de formación crítica.

  • Formar a los formadores y a los dirigentes.

  • Construir espacios de reflexión colectiva y autocrítica.

  • Apoyar a las cooperativas a fortalecer su identidad.

  • Multiplicar recursos educativos de calidad.

En un mundo donde la información circula rápido pero la reflexión es escasa, estas organizaciones pueden ser semilleros de conciencia transformadora. Pero solo si lo asumen con convicción.

Acciones concretas para sembrar conciencia

  • Reactivar el Quinto Principio como eje estratégico en cada cooperativa.

  • Diseñar procesos educativos que vayan más allá de lo técnico.

  • Formar a socios nuevos y antiguos con una pedagogía crítica.

  • Capacitar a empleados desde el sentido cooperativo de su rol.

  • Evaluar periódicamente el nivel de conciencia cooperativa en la organización.

  • Incluir espacios de reflexión ética en cada proceso institucional.

  • Incorporar a las juventudes como protagonistas en la construcción de identidad.

La conciencia no es un lujo, es una necesidad

Podemos construir edificios, implementar sistemas, contratar personal calificado. Pero si no formamos conciencia cooperativa, todo eso es frágil. Porque cuando lleguen las crisis, cuando se cuestionen las decisiones, cuando haya que definir el rumbo, lo que sostendrá a la organización no serán los manuales, sino la conciencia de su gente.

Conciencia para decidir. Conciencia para resistir. Conciencia para transformar.

Por eso decimos con firmeza: sin conciencia, no hay cooperativismo.

No es una frase bonita. Es una alerta. Una invitación. Un llamado urgente a volver al origen. A retomar la educación como acto político y pedagógico. A hacer de cada cooperativa un espacio vivo de aprendizaje, de valores y de humanidad.

Invitación final:

Revisa tu cooperativa. Pregunta a tu equipo, a tus socios, a tus dirigentes: ¿estamos formando conciencia o solo operando estructuras?

Y si la respuesta no te convence, no esperes a que alguien más actúe. Empieza hoy. Porque si no educamos con conciencia… otros lo harán sin ella.

 

🖋️ Este artículo forma parte de la colección original Fortalecer la IDENTIDAD Cooperativa | Conciencia y Acción desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para 5to-Principio.

Sin base ética y reflexiva, las cooperativas son estructuras vacías. Formar conciencia es más urgente que operar estructuras.

Autor del Artículo:

Ramón Imperial Zúñiga

Socio fundador de la Academia Online 5to-Principio y la Cooperativa PINOS, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.

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