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Principios y valores cooperativos: ¿vividos o archivados?

Muchas cooperativas presumen principios y valores, pero en la práctica los han relegado a simples declaraciones decorativas. Este artículo invita a reflexionar si realmente se viven o solo se enuncian, y plantea con claridad por qué la coherencia entre discurso y acción es clave para fortalecer la identidad cooperativa.

A través de ejemplos, cuestionamientos y propuestas concretas, se aborda el desafío de reactivar los valores cooperativos en la cotidianidad organizacional, no solo en los documentos institucionales. Se destaca la importancia de la formación crítica, la evaluación participativa y el liderazgo con ética cooperativa, como herramientas para recuperar el alma del cooperativismo.

Porque no basta con parecer una cooperativa: hay que serlo. Y eso implica comprometerse activamente con una identidad basada en la solidaridad, la democracia, la equidad y la responsabilidad colectiva. Un llamado urgente a no archivar lo que debería guiar cada decisión.

En muchas cooperativas es habitual ver los principios y valores colgados en una pared, impresos en un manual o proyectados en una presentación. Pero cuando se observa el funcionamiento real de la organización, la pregunta emerge con fuerza: ¿estos principios y valores están vivos… o solo archivados?

Hablar de identidad cooperativa sin hablar de principios y valores es vaciarla de contenido. Y sin identidad, el cooperativismo se convierte en una estructura jurídica más, funcional pero sin alma.

Este artículo busca provocar esa reflexión: ¿qué tan presentes están los principios y valores cooperativos en la vida cotidiana de tu cooperativa? ¿Cómo pasamos del discurso a la práctica? ¿Qué mecanismos concretos podemos activar para que dejen de ser un póster y se conviertan en una cultura viva?

¿Qué son los principios y valores cooperativos?

Los valores cooperativos incluyen la autoayuda, la autorresponsabilidad, la democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad. Estos valores no son una simple declaración ética; son el pilar desde el cual se construyen relaciones sociales, económicas y culturales más justas.

Los principios cooperativos son las guías mediante las cuales se ponen en práctica esos valores. Son siete:

  • Adhesión voluntaria y abierta.

  • Control democrático de los miembros.

  • Participación económica de los miembros.

  • Autonomía e independencia.

  • Educación, formación e información.

  • Cooperación entre cooperativas.

  • Compromiso con la comunidad.

Estos principios han sido consensuados internacionalmente por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) y representan la columna vertebral del modelo cooperativo. Pero conocerlos no es suficiente. Interpretarlos correctamente y aplicarlos de forma consciente y constante es lo que transforma una cooperativa en una verdadera alternativa económica y social.

Conocer ≠ Comprender ≠ Vivir

Es importante establecer la diferencia entre tres niveles de relación con los principios:

  • Conocer: Muchas personas en cooperativas conocen los principios: los han leído, los vieron en un afiche, los escucharon en una charla.

  • Comprender: Menos personas los comprenden: saben cómo se relacionan con el quehacer diario de su organización.

  • Vivir: Y aún menos los viven en su práctica cotidiana: en cómo toman decisiones, se relacionan, priorizan o lideran.

Este desfase es una de las grandes grietas del cooperativismo actual. Porque es fácil crear una cooperativa, pero es difícil crear cooperativistas. Personas convencidas, comprometidas y coherentes con la cultura cooperativa.

¿Por qué se han archivado los principios y valores?

  • Falta de formación: La educación cooperativa se ha debilitado, o ha sido sustituida por capacitaciones técnicas sin contenido identitario.

  • Desgaste institucional: En cooperativas con muchos años de historia, la rutina y la burocracia han desplazado el impulso ético inicial.

  • Presión del mercado: Algunas se han adaptado a la lógica empresarial para competir, sacrificando su identidad.

  • Débil gobernanza: Los liderazgos no siempre representan los valores que deberían encarnar.

  • Desconexión generacional: Las nuevas generaciones no encuentran espacios reales donde vivir estos principios de manera tangible.

¿Cómo se manifiesta esta pérdida?

  • Decisiones que priorizan el interés individual sobre el colectivo.

  • Órganos de gobierno poco participativos o cerrados.

  • Empleados que no conocen ni comprenden el modelo cooperativo.

  • Socios que se comportan como clientes y no como copropietarios.

  • Proyectos sociales vistos como gasto y no como inversión en comunidad.

  • Excedentes distribuidos sin criterios de equidad o sin visión de largo plazo.

El resultado es una organización que cumple con lo formal pero carece de alma cooperativa. Es una cooperativa en lo jurídico, pero una empresa convencional en su práctica.

El papel del Quinto Principio

El Quinto Principio —educación, formación e información— es el camino para evitar que los principios y valores se queden archivados. Es el puente entre la teoría y la práctica, entre la historia y el presente.

Activarlo requiere:

  • Programas de formación continua.

  • Procesos educativos con enfoque crítico.

  • Espacios de reflexión colectiva.

  • Formación dirigida a socios, empleados, dirigentes y comunidad.

  • Integración de la educación cooperativa en la estrategia institucional.

El Quinto Principio debe ser transversal, vivo, aplicado de forma práctica. Debe formar no solo en los "qué", sino también en los "cómo" y los "por qué" del cooperativismo.

¿Qué mecanismos podemos activar?

  • Diagnóstico participativo: ¿Cuánto se conocen y aplican los principios en la organización? Hacer encuestas, entrevistas, círculos de diálogo.

  • Mapeo de coherencias e incoherencias: ¿Dónde se vive lo cooperativo y dónde no? Analizar casos reales.

  • Agenda de educación cooperativa: Actividades mensuales o trimestrales que aborden principios desde casos reales.

  • Evaluación ética de decisiones: Incluir un “filtro de principios” antes de tomar decisiones importantes. Ejemplo: ¿esta acción respeta el control democrático? ¿Es solidaria?

  • Reconocimiento interno: Visibilizar buenas prácticas que encarnan los valores cooperativos. Establecer premios o menciones.

  • Revisión de políticas internas: Ajustar reglamentos, protocolos y procesos para que reflejen coherencia con los valores.

  • Formación de formadores: Fortalecer al equipo que educa para que tenga herramientas, visión y convicción. Capacitar multiplicadores.

Ejemplos cotidianos de aplicación de principios

  • Democracia: Rotar los cargos, fomentar las votaciones abiertas, crear canales de consulta para decisiones claves.

  • Participación económica: Facilitar esquemas de aporte voluntario o aportaciones solidarias para fondos sociales.

  • Autonomía: Rechazar subsidios o apoyos que condicionen decisiones clave sin participación de los socios.

  • Compromiso con la comunidad: Organizar actividades de impacto ambiental, alianzas con organizaciones locales, voluntariados.

  • Cooperación entre cooperativas: Establecer convenios de formación compartida, compras conjuntas o campañas de promoción colectiva.

Estas acciones demuestran que los principios no son ideas abstractas, sino guías concretas de actuación diaria.

El rol de los liderazgos

Los dirigentes deben ser los primeros en vivir los principios. No como un rol decorativo, sino como una práctica cotidiana y visible. Su ejemplo arrastra o diluye.

Un dirigente cooperativo sin formación en principios y valores es un riesgo institucional. Puede tener capacidad técnica, pero si no tiene convicción cooperativa, la organización perderá rumbo.

Liderar cooperativamente es también promover una cultura de autocrítica, escucha activa, rendición de cuentas, trabajo en equipo y mirada de bien común.

¿Y los socios?

Muchos socios no participan porque no comprenden su rol. Han sido formados como usuarios, no como sujetos cooperativos. Formarlos en principios es empoderarlos.

Un socio formado participa mejor, exige con argumentos, contribuye con propuestas, cuida la cooperativa y se vuelve un agente multiplicador. El fortalecimiento identitario debe empezar por los socios, pero de forma genuina, accesible y significativa.

¿Y los trabajadores o empleados?

A menudo olvidados en los procesos formativos, los trabajadores son pieza clave de la identidad cooperativa. Si no conocen los principios, si no participan en procesos colectivos, si no entienden el modelo, pueden replicar lógicas empresariales convencionales.

Capacitarles en cultura cooperativa debe ser obligatorio. Pero no solo en teoría: también en práctica, en comunicación, en relaciones humanas, en equidad interna.

Del archivo a la acción

Los principios y valores cooperativos no deben vivir en una carpeta ni en una infografía institucional. Deben estar en las reuniones, en los reglamentos, en las decisiones, en los liderazgos, en las conversaciones informales y en la cultura diaria.

No basta con mencionarlos: hay que activarlos, encarnarlos, defenderlos. Porque una cooperativa no se define por su nombre, sino por su práctica.

Invitación final:

¿Están los principios cooperativos vivos en tu organización? ¿Qué puedes hacer esta semana para darles vida?

La identidad cooperativa no se predica: se construye.

Y los principios, más que declararse, deben vivirse o se perderán.

 

🖋️ Este artículo forma parte de la colección original Fortalecer la IDENTIDAD Cooperativa | Conciencia y Acción desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para 5to-Principio.

Vivir los principios es más importante que nombrarlos.

Autor del Artículo:

Ramón Imperial Zúñiga

Socio fundador de la Academia Online 5to-Principio y la Cooperativa PINOS, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.

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