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El ladrillo invisible

Sinopsis: Durante la restauración de una antigua casa comunal, un grupo de albañiles descubre algo inusual: un ladrillo que no puede verse ni tocarse, pero cuya ausencia hace temblar toda la estructura. Nadie recuerda haberlo colocado, y sin embargo, todos sienten que siempre ha estado allí.

La historia se desarrolla entre recuerdos, reflexiones y la voz sabia de una mujer mayor, quien revela el verdadero material de aquel ladrillo: el compromiso. No aparece en planos ni informes, pero sostiene lo más valioso de cualquier organización.

“El ladrillo invisible” es una fábula profundamente simbólica sobre esas personas y actos que, sin buscar protagonismo, son el alma de las cooperativas. Una invitación a reconocer que lo más importante a veces no se ve… pero lo sostiene todo.


En un pueblo de llanuras extensas y cielos amplios, donde el sol parecía quedarse a vivir y las sombras eran pocas pero preciadas, existía una construcción peculiar. No era un edificio moderno ni un templo antiguo, sino una casa comunal hecha de adobe, ladrillo, madera y tiempo.

La llamaban La Casa Grande, aunque no era tan grande como su nombre sugería. Pero todos sabían que allí, bajo su techo sencillo, se habían tomado decisiones importantes, se habían curado heridas del alma y se habían celebrado victorias colectivas.

Era el corazón de la comunidad. Si alguien necesitaba ayuda, consejo o simplemente un espacio donde respirar distinto, sabía que podía acudir a La Casa Grande. Allí se organizaban ferias solidarias, se votaban proyectos, se cocinaba para todos en tiempos de dificultad.

Con los años, muchas manos habían intervenido en su mantenimiento. Unos pintaron muros, otros repararon ventanas, algunas mujeres sembraron flores a su alrededor. Y, como es natural, algunas partes comenzaron a mostrar desgaste.

Se propuso entonces una restauración completa: reforzar cimientos, cambiar techos, revisar cada rincón. Nadie se opuso. Al contrario, la idea encendió una chispa colectiva de entusiasmo. Se formaron comisiones, se organizaron turnos, se recolectaron fondos.

El equipo de albañiles y voluntarios empezó la labor con energía. Quitaron capas viejas de pintura, reforzaron vigas, ordenaron nuevas tejas. Pero al llegar a una de las paredes principales, algo los detuvo.

Uno de los albañiles, Pedro, notó que un fragmento del muro estaba extrañamente inestable. Golpeaba con suavidad y escuchaba un eco inusual.

No era un hueco, pero tampoco era sólido como el resto. Con cuidado, comenzaron a retirar los ladrillos alrededor. Uno a uno, todos salían intactos.

Hasta que llegaron a uno diferente: sin color, sin peso, sin huella. Y sin embargo, al tocarlo, la pared tembló.

—¡Cuidado! —gritó Pedro—. Este ladrillo está sosteniendo algo... pero no se ve.

Todos se acercaron. El ladrillo era distinto. Parecía hecho de aire, o de alguna mezcla imposible de describir. Nadie recordaba haberlo puesto allí. Nadie lo veía claramente, pero todos sentían que estaba.

—Es imposible —dijo una arquitecta del pueblo—. Si no tiene masa, no puede sostener nada.

—Y sin embargo, sostiene —respondieron varios.

Decidieron dejarlo. Aseguraron los ladrillos circundantes, reforzaron con una estructura nueva y pasaron al siguiente muro. Pero la conversación no se detuvo. En cada comida, en cada ronda de trabajo voluntario, alguien volvía a mencionarlo. El ladrillo invisible había despertado la curiosidad colectiva.

—¿Qué es ese ladrillo? —¿Por qué está justo en el centro de la pared? —

¿Cómo algo invisible puede ser tan esencial?

La abuela Matilde, una de las personas más antiguas del pueblo, escuchó con atención. Sonrió con una expresión que mezclaba sabiduría y ternura. Esperó a que todos terminaran de hablar y dijo:

—Ese ladrillo se puso el día que decidimos comprometernos de verdad con esta casa. Fue cuando dejamos de venir solo por necesidad y empezamos a venir también por responsabilidad. Ese ladrillo no lo ves, pero está hecho de compromiso.

Hubo silencio. Uno largo. De esos que no incomodan, sino que despiertan.

Matilde continuó:

—Desde entonces, todo lo que hacemos aquí está sostenido por ese compromiso invisible. El que hace que regresemos, que apoyemos, que nos quedemos incluso cuando podríamos irnos. Ese ladrillo no está en los planos, pero está en todos nosotros.

Las miradas se cruzaron. Algunos bajaron la cabeza, otros sonrieron. Todos comprendieron que aquella restauración había revelado algo más que un defecto estructural: había revelado el alma de la casa. Desde ese día, muchos empezaron a contar sus propias historias con "ladrillos invisibles". Uno recordaba cómo, sin que nadie se lo pidiera, alguien había limpiado el salón antes de una reunión. Otra recordaba a una joven que había diseñado los carteles informativos sin firmarlos. Cada gesto era un ladrillo más, invisible pero fundamental.

Reflexión cooperativa

En nuestras cooperativas, muchas veces nos enfocamos en lo visible: los balances, los estatutos, los resultados, las asambleas. Todo eso es importante, pero hay algo más profundo que no aparece en los informes: el compromiso.

Ese "ladrillo invisible" que no figura en actas, pero que sostiene la participación activa de los socios, la entrega del personal, el liderazgo humilde, la constancia de quienes creen en el proyecto incluso en tiempos difíciles.

Ese ladrillo invisible es el que hace que alguien proponga una solución cuando nadie se atreve, que alguien acompañe a un compañero desanimado, que alguien defienda los principios cooperativos aun cuando parezcan difíciles de sostener.

No hay manual para construirlo. Se forma con pequeños actos repetidos: llegar a tiempo, escuchar con respeto, aportar con honestidad, defender lo colectivo cuando es más fácil callar. Y cuando ese compromiso se debilita, toda la estructura tiembla, aunque los muros parezcan firmes.

Mensaje para cooperativistas

Si alguna vez te preguntas por qué una cooperativa permanece, aun en medio de crisis o dificultades, busca el ladrillo invisible.

Pregúntate: ¿qué lo sostiene? ¿Quiénes lo encarnan? Y sobre todo: ¿estás tú también formando parte de él?

Porque las organizaciones más fuertes no son las que más capital tienen, sino las que más compromiso cultivan. Y ese compromiso, aunque no se vea, lo sostiene todo.

Construir ese tipo de cultura no depende solo de liderazgos visibles, sino de una conciencia compartida. Que cada quien, desde su trinchera, sea parte activa del sostén colectivo. Que cada acción, por más pequeña, sea parte del muro que protege, inspira y da sentido.

Recuerda: lo invisible no es lo que no existe, es lo que existe tan profundamente que ya lo damos por hecho.

Y es hora de volver a mirarlo.

🖋️ Este relato forma parte de la colección original Historias Solidarias desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para 5to-Principio.

Lo invisible no se ve, pero lo sostiene todo.

Autor del Artículo:

Ramón Imperial Zúñiga

Socio fundador de la Academia Online 5to-Principio y la Cooperativa PINOS, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.

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